Una de las incontables formas de disfrutar la megadiversa metrópoli de CDMX es navegando en trajinera por las milenarias chinampas y cultivar los vegetales que te cocinarán ahí mismo, comida que sabe a rica cultura.

Desde su cerro puede verse Morelos verde, un premio a quien decide subir las largas escaleras que dirigen a la pirámide de la cima. Algunos han hecho en este pueblo sus bases para exploraciones espirituales, sus santuarios. Se dice que en el vecino Amatlán, nació Quetzalcóatl.

Lugar con alma antigua, vestido de blanco y tejas, que deslumbra con sus joyas de plata a todos los visitantes. Recorrer sus calles adoquinadas conquista a cualquiera, mientras cae el sol rojizo y se enciende la noche con sus monumentos iluminados.

Para apreciar la energía solar, nada mejor que sentir su ausencia total. Estas entrañas terrestres están llenas de estalactitas y estalagmitas, que han sido lampareadas para ofrecer a la mente imágenes permanentes. Muy cerca, en Chontalcoatlán, descensos a rapel y una larga natación subterránea te llevan a bóvedas de mármol.

Cuna del arte tradicional guerrerense. Pinturas en papel amate, colorido lenguaje bordado en tela, madera tallada, barro formado por manos que son la viva muestra de la herencia y los sueños de un pueblo.

A una hora del legendario puerto de Acapulco, está este espacio de arena entre una bella laguna y el inmenso mar. Debajo de una palapa, comida recién pescada y una fresca agua de coco.

La pasión de Maurilio, “Mau”, siempre ha sido la agricultura. Habla con gran elocuencia y sus gestos son precisos para darle a las plantas todo el cuidado que merecen. Navega los canales de Xochimilco con gran destreza y familiaridad. Es un verdadero guardián de la tierra.

Forma parte de un grupo de 29 mujeres artesanas tejedoras de Hueyapan, Morelos, de entre 20 y 72 años. Con el telar de cintura crean huipiles, frazadas, rebozos y otras telas, cuyos hilos entintan con extractos naturales de insectos como la grana cochinilla y plantas variadas.

Toda una leyenda en Acapulco. Por más de 50 años se ha dedicado a servir, atender y administrar su restaurante Puesta del Sol, en Barra Vieja. Ahí podrás ver al güero esconderse en el horizonte mientras degustas uno de los mejores pescados a la talla que comerás en tu vida.

“Me gusta viajar y convivir con la gente, la comida típica de cada lugar, la música, el cine y el arte, así como la cultura popular. Los roadtrips me fascinan y sentirme siempre en el camino” - Anfitrión de Airbnb en Coyoacán, CDMX.