Tamalitos de chipilín y un pozol con cacao para endulzar el corazón, mientras ves danzar a los legendarios parachicos en persona. Navega entre las enormes paredes rocosas del Cañón del Sumidero, que luce unas faldas verdes arboladas a lo largo del gran río Grijalva.

Si eres amante del buen café, este pueblo te va a enamorar. Las sutiles notas al degustarlo por la mañana con la neblina, se van fundiendo con los ricos colores que detallan los viejos muros de las casas coronadas por tejas. Sus muchos locales te seducen a quedarte para siempre.

Una niña aprende de manos de su madre cómo manejar el barro para crear sus propias realidades, como lo hizo antes su abuela y la abuela de la abuela de su abuela. Las mujeres exhiben sus mejores piezas, otras las guardan celosas en sus casas, pero están dispuestas a dejarlas ir con alguien que las quiera.

Una espectacular red de más de 50 cuerpos de agua con diferentes tonos de azul, esmeralda y violeta te espera en este parque natural. Diversas orquídeas decoran el bosque donde puedes andar a caballo. Échate un chapuzón a lo desconocido y explora sus aguas navegando en kayak.

Entre infinitas tonalidades de verde, andan seres brillantes vestidos de blanco. Los lacandones, protectores de la selva y la vida, practican en cuerpo y alma la simbiosis con la naturaleza y toda la existencia. Ellos te guiarán por aguas cristalinas, amarillas y de otros colores decoradas por lirios.

En este sitio arqueológico con una gran acrópolis y más de 200 edificios, es difícil no dejarse llevar por el deseo infantil de explorarlo todo. Nada te detiene. La selva te invita a descubrir los templos que se ha devorado. La energía de los mayas te hace milenaria, milenario.

Exóticas aves observan desde el cielo edificios antiquísimos que se asoman entre las copas de los árboles. Este enorme pulmón planetario es Patrimonio Mundial Mixto de la Humanidad, por conservar sus decenas de centros arquitectónicos, tanto como las especies animales y vegetales que alguna vez convivieron con los antiguos mayas.

Maestra de la cocina tradicional zoque. Ha sido galardonada por las delicias que prepara en los fogones de su cocina, allá en Copoya, a lo alto de las colinas de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Sus expertas manos conservan la mística de sus ancestros como un ingrediente para sus platillos.

Cuando estés en tu casa, meciéndote en tu hamaca, los recordarás con una sonrisa. Son artesanos campechanos de hamacas, textiles y objetos tallados en madera. Viven cerca de Calakmul, en la Comunidad 20 de Noviembre, donde también se encuentra miel exquisita, artesanías de muchas maderas y de piedra caliza.

“Desde hace 15 años doy clases y talleres de agroecología a campesinos, técnicos, estudiantes universitarios y de posgrado, así como a niños. Tengo una pequeña granja en un barrio autónomo en la montaña de Huitepec de la ciudad, desarrollado bajo los principios de permacultura, que manejo de forma holística” - Anfitriona de Airbnb en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.